Representaciones del campo en el Facundo y en Distancia de rescate
El campo es un espacio muy recurrente en la literatura argentina. Diversos
autores a lo largo de la historia lo han utilizado para ambientar sus obras. En
este ensayo, explicaremos cómo aparece representado el ámbito rural en dos obras
con 169 años de diferencia entre sí: El
Facundo, de Domingo Faustino Sarmiento (1845) y Distancia de rescate, de Samanta Schweblin (2014).
En El Facundo, el campo aparece como
sinónimo de atraso. El mismo presenta una estética grotesca: inmensidades de
tierras sin límites rodeadas de oscuridad y tinieblas, sumergidas en la
soledad, en el peligro y la inseguridad. Es gracias a esto último que se
imprime en el carácter argentino la llamada “resignación estoica a la muerte
violenta” que produce una indiferencia hacia la misma ya que el hombre siempre
se va a encontrar en contacto con ella ya sea por la proximidad a lo salvaje o
el temor de ello. Sarmiento tenía el deseo de que esas tierras se trabajaran,
lo cual significaba acercarse al ideal de civilización. Sin embargo, éstas estaban
en manos de la barbarie: los gauchos. Concebidos como personas vagas y
holgazanas, no tenían ni un mínimo interés en aprender cómo navegar los ríos, a
lo único que se dedicaban era a comer carne y a reventar caballos. De esta
manera, los mismos no sabían explotar al máximo el espacio que los rodeaba.
Muchos años más tarde Distancia de rescate nos presenta la visión opuesta. Campos se abren paso entre zonas de acopio (silos, depósitos de bidones de glifosato, cerealeras) y la ruta de un pueblo agrícola sojero sin nombre, perdido en el medio de la llanura pampeana de la Argentina actual constituyen el emplazamiento de esta novela. Estas áreas rurales, extendidas entre casas-quintas alquiladas por veraneantes que siguen un itinerario prototípico, son también campos atravesados por intereses de los grandes productores, por capitales financieros que ven la soja como una inversión más y por empresas multinacionales productoras de semilla “mejoradas” y agroquímicos necesarios para el cultivo. Se muestran plagados de sembradíos y parcelas de soja transformada por modernas tecnologías de ingeniería genética para alcanzar los objetivos del uso del cultivo inmunológico: la tolerancia a pesticidas químicos, el control de plagas, hongos e insectos y el mantenimiento de altas defensas frente a la infiltración de malezas o hierba mala. Inmunología puesta al servicio del cuidado y la protección de las materias, mercancías y ganancias de un sistema agro capitalista global con dinámicas demoledoras en materia ecológica y humana.
Procesos económicos-culturales basados en el aprovechamiento irresponsable del entorno natural y la utilización de la siembra directa de monocultivos sin rotación del cultivo configuran una organización espacial de inclusiones y exclusiones como efectos de poder y se diseña una vida que se “empuja hacia la muerte”. Por lo tanto, en vez de resultar un espacio disponible para el ocio de las personas se convierte en un escenario posutópico, más claustrofóbico que ensanchado, más circular que horizontal, más irrespirable que refrescante, menos proclive a la producción y previsión de vida que al peligro, la contaminación y la muerte.
En conclusión, podemos observar cómo en la obra de Sarmiento, se muestra un campo totalmente desaprovechado, con todas las posibilidades de ser labrado y cultivado, siendo esta la aspiración del autor. En cambio, Samanta Schweblin se exhibe el gran avasallamiento generado en las mismas tierras transformándolas en un suelo superproductivo producto de un capitalismo salvaje, donde la única importancia es la ganancia. Las pampas argentinas pasan de la rusticidad a un comercio abusivo explotador y mortal.
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